Això, una redarça.
I, a més, és veritat.
Quines coses escrivim, de vegades, oi?
...
imatge de google
20 N
Llegué al Instituto del Teatro, entré en el vestuario y me senté a esperar. Era demasiado pronto, el curso empezaba a las siete y sólo eran las seis y media. Con parsimonia me cambié de ropa. Esa tarde tocaba “Expresión corporal”. Me había apuntado a este curso para maestros con mucha ilusión. Sabía que lo que había que hacer en clase era dejar que mis alumnos se expresaran libremente y no podría ni sabría hacerlo si antes no aprendía a expresarme yo misma. Esa fue mi motivación.
El primer día de clase nos presentaron a los profesores. Un actor muy conocido, encargado de las clases de psicomotricidad; una actriz del Teatre Lliure,también bastante conocida y con mucha experiencia, impartiría las clases de expresión corporal, la que tocaba precisamente dentro de media hora. Un dibujante y una diseñadora de moda, para las clases de expresión plástica. Una cantante lírica para las clases de voz y un escultor que nos llevaría al intrincado mundo del volumen, a partir del barro y el papel maché. A mi me hubiera faltado un escritor que hubiera impartido clases de escritura creativa o algo parecido, pero eso era lo que había y había que aprovecharlo. Para entrar en el Instituto del Teatro, en pleno año 1975, había que hacer una instancia, un examen y una entrevista personal. Yo no quería ser ni bailarina ni actriz, sólo quería ampliar mis conocimientos a través de la expresión. Expresar lo que sentía a través del cuerpo, de la voz, de los trabajos plásticos... era una experiencia que podía llegar a ser muy gratificante. El día del examen estaba muy nerviosa. No era propiamente un examen sino un test de inteligencia. Me apliqué en el test y lo superé. Satisfecha, quedé para la entrevista, una semana más tarde. Ese día estaba mucho más tranquila. Entré en aquel despacho antiguo y medio desvencijado y sentí que se me encogía el corazón. Sin embargo, cuando me indicaron que me sentara y, amablemente, empezaron a hacerme preguntas, se fue el desasosiego como por arte de magia. Me admitieron sin ninguna objeción. Había trescientas solicitudes y sólo veinte plazas. Saqué plaza para el curso y me sentí la mujer más feliz de este mundo.
Volví a la realidad cuando se abrió la puerta y entró Carlos, un tipo raro, tanto físicamente como a nivel intelectual, a quien todos evitábamos casi sin darnos cuenta. En todos los grupos suele haber algún elemento que destaca, para bien o para mal y Carlos era uno de esos elementos. Era un individuo extraño, que no acababa de encajar en nuestro grupo. No acabábamos de saber por qué. Aun así, el hombre se esforzaba en aparentar una serenidad que no tenía, sobre todo cuando hacíamos esos ejercicios de desinhibición tan divertidos e inquietantes. A mi, esa libertad, se me antojaba algo ajeno a todo, algo que sólo podía suceder ahí, en ese ambiente, ya que lo que acontecía fuera del Instituto no tenía nada que ver. Lo curioso era que Carlos no soportaba que lo tocaran y apartaba la mirada cuando sus ojos se encontraban con los nuestros. No gustaba a nadie, aunque en los análisis que se hacían después de las clases – todos sentados en el suelo, fumando como carreteros comentando la jugada – nunca salía el tema. Era una especie de tabú. Nos podíamos criticar unos a otros, opinar sobre cualquier acción o reacción. Pero jamás se hablaba de Carlos.
- Hola, ¿qué hay?
- Bien, aquí, esperando...− mascullé, la voz apenas perceptible y mirándole fijamente.
- Bien, aquí, esperando...− mascullé, la voz apenas perceptible y mirándole fijamente.
Carlos evitó mi mirada, como siempre, y ya no supe qué más decirle. Esperaba que llegara alguien más, sólo para romper el hielo, para no tener que buscar respuestas a preguntas indeseadas, para no tener que darle conversación. Pero el otro se cambió de ropa sin decir ni pío y me tranquilicé. Poco a poco fueron llegando todos. Por fin pasó esa interminable media hora y nos dirigimos hacia el aula de expresión corporal. Después del calentamiento nos mirábamos y no acabábamos de entender lo que nos ocurría. Era un día un tanto especial, nadie sabía por qué.
- Hoy vamos a hacer una improvisación sobre algo actual.−aventuró Carlota, la profesora. −¿A alguien se le ocurre algo?
- Podríamos representar la muerte del dictador. En el último parte médico han dicho que la cosa está jodida. – apuntó Paco, un muchacho argentino, comunista hasta la médula, que a todos nos daba cierto reparo, más que nada porque no acabábamos de entenderle cuando nos hablaba del movimiento obrero, de repartir octavillas, de tantas cosas que para nosotros resultaban lejanas, ajenas a nuestras vidas. Éramos muy jóvenes. Esas cosas sólo se hablaban en reuniones clandestinas, nunca en un sitio público.
Entonces ocurrió algo inesperado. Carlos se levantó. Estaba fumando y nos miró a todos fijamente. Apagó el cigarrillo contra el parqué del suelo, contra todas las normas. Metió los pulgares en su cinturón, abriendo las piernas y adoptando la posición de un vaquero ante el saloon. Sólo le faltaba acariciar la culata de una pistola.
- Sabía que llegaría el día en que te delatarías – masculló, mirándole con odio− luego salió silenciosamente hasta el vestuario.
Nos quedamos todos mudos. Carlota intentó llevar la clase hacia otros derroteros, pero las palabras de Carlos flotaban en el aire, convirtiéndolo en una pesada cortina que nadie se atrevía a apartar. Aquel día la clase fue un desastre. Nos fuimos todos encogidos, con gran desazón. Llevábamos el frío de noviembre metido en el alma.
De madrugada se anunció la muerte del dictador. Por la mañana, en la radio y en el hilo musical sonaba el Réquiem de Mozart. Cuando llegué, por la tarde, al Instituto del Teatro, el compañero Paco no estaba. Y Carlos tampoco.
- Lo sentimos. –nos explicaron − Jamás hubiéramos podido pensar que Carlos pertenecía a la secreta.
Nunca los volvimos a ver.
©M.Montserrat Medalla Cufí,
Escrito en diciembre, 2008, vivido en noviembre, 1975
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Des de sempre he sentit la paraula "redarça" (redarsa?) com allò vell que tens guardat i amb una pàtina que fins i tot costa de treure... i un bon dia obres l'armari i la treus (una peça de roba, un estri, un llibre, un escrit...) Ara m'heu fet buscar-ho al diccionari i he vist que no hi és. Potser només es diu a la meva família? (ostres!)
... i, per cert... poc temps després del que explico a la meva redarça/redarsa/saldo/record antic... TAMBÉ hi va haver un 5-0 ben sonat! (època Cruyff)
Visca el Barça!
... i, per cert... poc temps després del que explico a la meva redarça/redarsa/saldo/record antic... TAMBÉ hi va haver un 5-0 ben sonat! (època Cruyff)
Visca el Barça!